Y también en mi se alza la ola. Se hincha, arquea el lomo. Una vez más tengo conciencia de un nuevo deseo, de algo que surge en el fondo de mi, como el altivo caballo cuando el jinete pica espuelas y después lo refrena con la brida. ¿Qué enemigo percibimos ahora avanzando hacia nosotros, tú, sobre quien ahora cabalgo, mientras piafamos en este pavimento? Es la muerte. La muerte es el enemigo. Es la muerte contra la que cabalgo, lanza en ristre y melena al viento, como un hombre joven, como Percival cuando galopaba en la India. Pico espuelas. ¡Contra ti me lanzaré, entero e invicto, oh Muerte!

Las olas rompían en la playa.

Las olas. Virginia Woolf

miércoles, 9 de septiembre de 2020

Mientras agonizo. William Faulkner

 


Faulkner no te regala nada. No te lo pone fácil. Te cuenta lo que te tiene que contar y tu tienes que atar los cabos. Con detalles concretos, precisos, escuetos, tendrás que ir construyendo tu cómo son los personajes, por qué sufren, qué relación hay entre ellos, qué pasado arrastran. Pero en cambio te hace oír el sonido de la sierra una y otra vez. Te hace sentir el peso de la carga que mueven. Te hace oler la muerte. Te dará alguna pista aquí y allá, cuando menos te lo esperas. Hay que leer atento. No vale pasar por encima. Por eso es tan grande. 

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