Y también en mi se alza la ola. Se hincha, arquea el lomo. Una vez más tengo conciencia de un nuevo deseo, de algo que surge en el fondo de mi, como el altivo caballo cuando el jinete pica espuelas y después lo refrena con la brida. ¿Qué enemigo percibimos ahora avanzando hacia nosotros, tú, sobre quien ahora cabalgo, mientras piafamos en este pavimento? Es la muerte. La muerte es el enemigo. Es la muerte contra la que cabalgo, lanza en ristre y melena al viento, como un hombre joven, como Percival cuando galopaba en la India. Pico espuelas. ¡Contra ti me lanzaré, entero e invicto, oh Muerte!

Las olas rompían en la playa.

Las olas. Virginia Woolf

viernes, 2 de septiembre de 2016

Los ensayos. Una sentencia de César. Michel de Montaigne


Esta reflexión me llega tan al alma y tan directamente que me deprime. Me entristece pensar que alguien como Montaigne piensa en esto también y que tanta razón tiene que este tema debe ser absolutamente consustancial al ser humano. Quizás solo algunos hombres sabios puedan librarse.

Nos dice: si nos dedicáramos de vez en cuando a examinarnos, y el tiempo que utilizamos en fiscalzar a otros y en conocer las cosas exteriores a nosotros, lo empleásemos en sondear en nuestro interior, nos percataríamos de hasta qué punto toda nuestra contextura se compone de piezas débiles y deficientes.

No puedo poner una sola idea, tendría que copiar todo el ensayo.

César: "Debido a un vicio general de la naturaleza, ponemos más confianza y temor en las cosas que no hemos visto y que están ocultas y son desconocidas. Guerra Civil.

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