Me troncho con este ensayo que, además, me recuerda mucho a mi hermano Federico. Fede suele decir que, en las bodas, siempre se le van los ojos al menú infantil, a esos espaguetis o filetes empanados más apetecibles que los absurdos canapés.
Pues bien, Montaigne nos habla del ridículo que hacen algunos entendidos agrandando, con el lenguaje, algunas cosas sencillas o, simplemente, normales. Aprovecha, de paso, para mandarles un viaje a los arquitectos, diciendo que se les hincha el ego hablando de pilastras, arquitrabes o cornisas... para descubrir, como dice él, que ¡¡¡son las piezas de la puerta de su cocina!!! o que algunos términos, como metáfora o metonimia, son formas gramaticales ¡¡¡que atañen a la charla de la criada!!!
Con mucha gracia, Montaigne pone el acento en algo tan común hoy en día como la tendencia a poner adjetivos excepcionales a cualquier cosa normal para, muchas veces, simplemente darnos importancia a nosotros mismos.
"Me ha pronunciado un discurso sobre el arte de la comida con gravedad y gesto magistrales, como si me hablara de algún punto importante de teología. (....) Y todo ello, hinchado con ricas y magníficas palabras, y las mismas que se emplean para tratar del gobierno de un imperio."
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