Capítulo XIX. Que filosofar es aprender a morir.
Una vez leído este capítulo no se como puede seguir Montaigne escribiendo, ni alguien leyendo. Si no fuera porque voy por la página 83 de 1.669 diría que aquí se ha acabado el libro. Sin embargo, quizás esto solo es por el tema en cuestión o por la forma en que lo aborda. Si nos lo tomamos como un tema más, efectivamente se puede seguir otras 1.586. Montaigne hace un gran esfuerzo por razonar sobre lo absurdo del miedo a la muerte porque cuando muramos ya no estaremos ahí para estar tristes, ni sufriremos, ni padeceremos; la muerte no forma parte de la vida... si, pero el mismo ensayo es una prueba de lo mucho que nos preocupa la muerte, de lo difícil que es una aproximación racional a la misma. Coincido con él en que uno debe acostarse todos los días con la conciencia tranquila, no por uno mismo, sino por los que se quedan. El hecho de no decir algo que te importa, de no hacer por alguien eso que tienes en la cabeza, es una faena para el otro. A ti, una vez que te mueres ya no te importa, pero si dejas algo a medias y te mueres, al que se queda ya no le das la oportunidad de escuchar o recibir aquello que tu querías darle, y ya eso se queda con él o ella así, sin arreglar...
"Como hombre que continuamente me envuelvo con mis pensamientos, y los aplico en mi, estoy siempre preparado en la medida que puedo estarlo. Y la llegada de la muerte no me advertirá de nada nuevo"
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