Y también en mi se alza la ola. Se hincha, arquea el lomo. Una vez más tengo conciencia de un nuevo deseo, de algo que surge en el fondo de mi, como el altivo caballo cuando el jinete pica espuelas y después lo refrena con la brida. ¿Qué enemigo percibimos ahora avanzando hacia nosotros, tú, sobre quien ahora cabalgo, mientras piafamos en este pavimento? Es la muerte. La muerte es el enemigo. Es la muerte contra la que cabalgo, lanza en ristre y melena al viento, como un hombre joven, como Percival cuando galopaba en la India. Pico espuelas. ¡Contra ti me lanzaré, entero e invicto, oh Muerte!

Las olas rompían en la playa.

Las olas. Virginia Woolf

domingo, 10 de marzo de 2019

El mundo de ayer. Stefan Zweig


Acabo de terminar El mundo de ayer de Stefan Zweig, esta mañana soleada de domingo. Mientras lees este libro es muy difícil evadirse, al menos lo ha sido para mi, del recuerdo de su suicidio. Sabes, desde el principio, que no pudo superar el desarraigo que supuso para él la pérdida de su condición de ciudadano libre en el mundo al que amaba. Te va llevando con él hacia la desesperanza, hacia la desesperación y la incomprensión de algo tan espantoso que no era ni asumible, ni fácilmente comprensible para la mayor parte de la sociedad de su tiempo, de sus contemporáneos y amigos. 
La forma de escribir de Zweig es dinámica y ágil. Como él mismo explica en el libro, no le gusta lo superfluo. Como escritor trata de satisfacer sus expectativas de lector, llegar rápido al punto que quiere contar. Por eso, sus libros se leen de una atacada, de principio a fin, casi sin respirar.
Dos pensamientos, quizás tres, sobrevuelan el tema central del libro, durante mi lectura. El primero tiene que ver con el momento político actual que vivimos en España y el resurgir de los nacionalismos, y no dejo de pensar, con tristeza, si los que abogan por los nacionalismos en cualquier dirección, y por saltarse la legalidad, habrán leído este libro...  En segundo lugar, dado que hoy es 10 de marzo y acabamos de disfrutar de una segunda e histórica manifestación en el día internacional de la mujer, pienso en la completa ausencia de mujeres a lo largo de esta biografía. Sé, porque lo he buscado en Wikipedia, que se casó dos veces, la primera con una admiradora suya a la que engañó con su secretaria y de la que se divorció para casarse con esta segunda (en el libro no deja claro que consiga casarse ya que está en Inglaterra y cuando se va a casar, Inglaterra le declara la guerra a Alemania, con lo que él tiene que irse del país). En el libro, todo es yo, yo, yo, me fui, volví... y solo cuando llevas unas tres cuartas partes, menciona una sola vez de pasada a su mujer, para volver en la frase siguiente al yo, yo, yo... Lo mismo con la segunda mujer. Ausentes del todo. Me llama bastante la atención ya que repasa su vida, en algunos momentos, con mucho detalle. Habla de sus amigos, de sus encuentros, de sus viajes... pero la persona que le acompaña en todo ese camino es como si no existiera. Lo mismo que las mujeres escritoras de su época, ya muy numerosas y famosas... nada, brillan por su ausencia. En fin. 
Una una tercera reflexión, quizás más bien sorpresa, incluso pena, es lo poco que habla de su obra. Es cierto que no es un libro que trate de eso, en absoluto, por lo que quizás hace bien, pero teniendo en cuenta que escribió unos cincuenta libros, entre teatro, poesía, biografías y novelas, además de ensayos y un libreto de ópera para Richard Strauss, sólo menciona algunos de ellos, más bien pocos, por encima. Tambien me he preguntado varias veces cuándo leía y cuándo escribía, porque da la sensación de que se pasaba el día de aquí para allá. Bien es cierto que hasta los 16 o 18 años en los que empieza a escribir y publicar, esos primeros años de adolescencia y juventud lee y lee como un poseso. Benditos años en los que uno asimila todo como una esponja fresca.

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