Y también en mi se alza la ola. Se hincha, arquea el lomo. Una vez más tengo conciencia de un nuevo deseo, de algo que surge en el fondo de mi, como el altivo caballo cuando el jinete pica espuelas y después lo refrena con la brida. ¿Qué enemigo percibimos ahora avanzando hacia nosotros, tú, sobre quien ahora cabalgo, mientras piafamos en este pavimento? Es la muerte. La muerte es el enemigo. Es la muerte contra la que cabalgo, lanza en ristre y melena al viento, como un hombre joven, como Percival cuando galopaba en la India. Pico espuelas. ¡Contra ti me lanzaré, entero e invicto, oh Muerte!

Las olas rompían en la playa.

Las olas. Virginia Woolf

miércoles, 2 de octubre de 2019

Luz de agosto. William Faulkner

Leo Luz de agosto por segunda vez, aunque realmente es como si fuera la primera, ya que hace muchos años que lo leí y además lo leí en inglés. No lo recordaba con demasiado entusiasmo y siempre pensé que había sido por la dificultad del idioma. Antes de verano leí una crítica tan bonita en Instagram de David M. Copé que decidí darle otra oportunidad. La verdad es que me ha vuelto a costar bastante y, aunque tiene momentos, desde mi punto de vista, magistrales, como no podría ser de otra forma, no es redondo. No lo és como si lo son Sartoris, El ruido y la furia, o Absalón... El comienzo es, para mí, casi lo mejor del libro, Lena, ese viaje, pero creo que le cuesta terminarlo, que se enreda demasiado hacia el final. El hecho de que cuando estás ya cerca del desenlace todavía presente personajes tan importantes como el reverendo Hightower se me ha hecho un poco cuesta arriba. A veces me ha costado seguir la trama, pero eso es normal en Faulkner y no me importa. Me gusta como, aparentemente sin importancia, en medio de una frase cualquiera, te da un dato imprescindible para entender la historia. No se puede leer sin prestar toda la atención. Y eso, en esta ocasión, me ha costado bastante.

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